Penetrante análisis del conflicto entre Islam y democracia: del miedo a Occidente —territorio de lo extraño e incomprensible—, ese Occidente de las mil caras, que ocultó su pasado colonialista y agresor tras la máscara de la Carta de las naciones Unidas, despertando esperanzas violentamente amputadas durante la guerra del Golfo; de la utilización del Islam por las oligarquías que aspiran a perpetuarse en el poder; de la pérdida de referencias seguras en un mundo sin fronteras —el espacio puede ser atravesado libremente por los misiles o los mensajes culturales más diversos—; del lugar que ocupa la mujer en las sociedades musulmanas, de su fuerza y su fragilidad, de sus deseos de cambio... Y frente a todo ello se alza el Simorg, el anhelo de que en este planeta-espejo en que vivimos todas las culturas puedan florecer: «Érase una vez en Nisapur, en Irán, una tarde de primavera de 1175, un hombre soñó con un mundo sin miedos ni fronteras, por el que se puede viajar hasta muy lejos y encontrarse en compañía de extranjeros que os conocen como vosotros os conocéis, y que no son ni agresivos ni hostiles. Lo llamó Simorg. Aquel planeta donde lo extraño no hace sino multiplicar los reflejos y enriquecer hasta el infinito lo que somos, Attar lo imaginó, en soledad, durante sus largas meditaciones en Nisapur. Del papel hizo un lecho para el sueño, un largo poema al que puso el nombre de Mantiq at-tair (El concierto de los pájaros), y que se hizo célebre enseguida. Pero la intolerancia y la violencia llamaron una noche a la puerta de Farid ed-Din al-Attar. Bajo la forma de soldados mongoles de Gengis Kan. Lo asesinaron. Era en 1230.»
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