Durante las dos últimas décadas, en Estados Unidos se ha asistido a un curioso misterio estadístico: la pobreza aumenta, el crimen disminuye y la población reclusa se duplica. Sin embargo, no todo el mundo pasa por la cárcel. Gracias a un sistema judicial diseñado a la medida del nuevo culto a la riqueza y el poder, la gran mayoría de los delincuentes de cuello blanco han logrado eludir la cárcel desde que empezó la crisis financiera, mientras que pobres y miembros de minorías étnicas acaban en prisión de manera casi automática.La desigualdad de ingresos se traduce en desigualdad ante la justicia cuando analizamos quién es objeto de persecución penal y quién no. El fraude de las clases privilegiadas se lleva por delante el 40 por ciento de la riqueza mundial, pero nadie va a la cárcel; en los barrios pobres de las grandes ciudades, decenas de miles de personas son detenidas al cabo del año por el delito de estar en la calle. Esta brecha es la que permite el fraude masivo e impune. Taibbi propone un viaje por ambas caras del sistema de justicia: por un lado, casos como el sorprendente saqueo de Lehman Brothers que precedió al colapso financiero de 2008, o como la conspiración de un grupo de multimillonarios, gerentes de fondos de alto riesgo, para arruinar a una compañía rival. Por el otro, las redadas de inmigrantes promovidas por un sistema de bienestar que trata a sus beneficiarios como ladrones.
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