El 31 de diciembre de 2019 China informó de un extraño brote de neumonía a la Organización Mundial de la Salud (OMS), que rápidamente envío a un equipo de investigadores a Wuhan y alertó a la comunidad internacional acerca de la gravedad, presente y futura, de la situación.
Sin embargo, desde un inicio el Gobierno español ignoró la magnitud de la amenaza y no adoptó las medidas necesarias. De hecho, no hizo caso a ninguna de las recomendaciones que durante los meses de enero, febrero y marzo publicó la OMS, tales como el acopio urgente de material sanitario, la importancia de realizar test, la necesidad de rastrear y aislar los casos positivos o la prohibición de celebrar actos multitudinarios. A fines de enero, Fernando Simón, coordinador de Emergencias de Sanidad, afirmaba que "España no va a tener, como mucho, más allá de algún caso diagnosticado". A mediados de febrero, el ministro Salvador Illa aseguraba «hoy no hay ninguna razón para tomar ninguna medida de salud pública adicional a las que ya estamos tomando», mientras preparaba un protocolo para cadáveres de la COVID-19.
A pesar de disponer de datos que demostraban que el virus corría a sus anchas por España, y para no verse obligado a cancelar las manifestaciones del 8 de marzo, el Gobierno permitió que ese fin de semana se celebraran un sinfín de actos multitudinarios. Tal y como demuestra un documento que el Gobierno ocultó y que este libro trae a la luz pública, si ese fin de semana se hubieran adoptado medidas de prevención los estragos del coronavirus en España hubieran sido mucho menores.
La verdad ha sido aplastada por el relato gubernamental y sus medios afines. La disonancia entre el número oficial de fallecidos y el número real resulta estremecedor. Para comprender el grado de falsedad e inoperancia con el que ha actuado el Gobierno de Pedro Sánchez en una de las crisis más graves de la historia reciente, la lectura de esta crónica minuciosa, precisa y detallista resulta imprescindible.
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