Yo mismo tardé mucho en sentirme rociero. He cantado a la Madre de Dios con muchos de sus títulos, ya fuera de Gloria o como Dolorosa. Más en mis tribulaciones, en mis dudas, siempre he recurrido a Ella como auxilio seguro de los cristianos. Y el nombre de Rocío, la Blanca Paloma, Reina de las Marismas, me fue penetrando poco a poco, como esa lluvia menuda que apenas advertimos, llevados por otros pensamientos y que no llegamos a notar hasta que no la sentimos en la propia carne.
He utilizado para realizar esta obra algunos de los muchos pregones por mí ofrecidos en distintas hermandades rocieras, con el único deseo de intentar expresar mi forma de ver y sentir mi amor por la Blanca Paloma.
Nadie me enseñó a ser rociero. Fue la misma Virgen del Rocío quien me dijo: ?Ven, que también hay sitio para ti en mi regazo.
Manuel Garrido López
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