En algunos sectores de la opinión pública occidental se ha abierto paso una inquietante prevención contra la presencia pública de la religión. Desde tales instancias, se aboga por un espacio público neutro y "laico", libre de "contaminaciones religiosas". Se aspira así a un mundo sin Dios, donde la religión resulte irrelevante para construir la sociedad. El autor ofrece respuestas a este desafío.
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