La palabra?incubar? quizás nos traiga a la cabeza un pájaro empollando huevos en su nido o cuidando de sus crías recién salidas del cascarón. Incubar se asocia a la idea de un cuidado nutritivo en el tiempo, tanto antes como después del nacimiento. Desde Londres, Raoul Bunschoten y Chora perfilan algunas de las complejas ecologías medioambientales, culturales y económicas del estrecho de Taiwán para proponer un recurso organizativo (una incubadora) que nutre los diversos proyectos antes y después de que nazcan. Los proyectos van desde investigaciones de bajo coste a pequeña escala?calefacción por geotermia y paneles solares? hasta intervenciones más costosas a escala regional, como cinturones verdes, ecociudades y el comercio de emisiones de CO2. En este sentido, los proyectos ya no se entienden como intervenciones únicas, sino como componentes de una compleja red que las relaciona entre sí y con la ciudad. Estas relaciones contextuales y deliberativas deben nutrirse, protegerse y fomentarse a través del tiempo, de modo que incubar constituye un aspecto esencial del urbanismo ecológico.
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