Los europeos seguimos fingiendo que Alemania, Francia, Italia, los Países Bajos, España, etcétera, continúan existiendo. Pero ya hace mucho que no existen, pues los contenedores de poder y las unidades sociales delimitadas que constituían los Estados nacionales son ahora, máxime con la introducción del euro, algo irreal. En la medida en que hay una Europa, no hay una Alemania, una Francia o una Italia, al menos tal como dichos países figuran en la imaginación de la gente y los manuales de los historiadores, pues las fronteras, las situaciones y los ámbitos de experiencia exclusivos en que se basaba ese mundo de los Estados nacionales ya no existen. Pero si todo eso es agua pasada, si pensamos, actuamos e investigamos con categorías zombies, ¿qué es aquello que está surgiendo o ya ha surgido? Ésta es la pregunta que este libro pone sobre la mesa y aspira a contestar. Lo que ha surgido es una política de las fronteras aún incomprendida, una mezcla de fronteras dinámicas --desaparecidas, viejas, nuevas-- que ya no puede entenderse nacionalmente sino transnacionalmente, en el marco de referencia de una política interior mundial. Precisamente la invocación de las antiguas seguridades --la lucha contra la criminalidad, la expulsión de extranjeros asilados-- obliga a las policías nacionales y fronterizas a renunciar a su monopolio de la violencia, con el fin de recobrar la seguridad y la soberanía nacionales.
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