Federico Manuel Peralta Ramos nació rubio y de ojos celestes, jugó al polo, actuó en cine y en TV, trabajó en radio y en gráfica, fue casi arquitecto, pintó, hizo escultura, performance, happening y se exhibió a sí mismo como obra de arte, fundó la religión gánica, refundó una ciudad (¡Mal de Plata!), organizó la última cena, fue diagnosticado de “psicodiferente”, vendió un buzón, inauguró una muestra en una sala vacía, quiso exhibir un toro, expuso duchampianamente cuadros y objetos ajenos, compuso canciones, grabó un disco, cambió sin querer las bases de la beca Guggenheim, cobró sueldo “de hijo”, regaló dinero, murió joven y escribió sin llegar a publicar un libro que se titularía Del infinito al bife y en el que consignaría poemas, boutades y platos favoritos.
“Soy un ser inverosímil e inenarrable”, decía de sí mismo uno de los artistas conceptuales más desconcertantes de la Argentina. Descendiente por ambos lados de familias patricias, Peralta Ramos (1939-1992) desarrolló, sin moverse de Buenos Aires, una obra inclasificable que fue precursora de muchos procedimientos hegemónicos del arte contemporáneo. Él era, antes que Marina Abramović, una performance permanente.
En esta suerte de biografía coral acompañada de un curioso repertorio de imágenes, Esteban Feune de Colombi replica las voces de más de 150 eclécticos entrevistados, desde la artista Marta Minujín, el cineasta Alejandro Agresti, el escritor Rodrigo Fresán y la vedette Moria Casán hasta muchos familiares y amigos de juventud de Peralta Ramos. En el montaje de esta conversación que atraviesa su vida y su obra –como dos caras de la misma moneda– también participan artistas, críticos y coleccionistas jóvenes cuyos testimonios evocan el anecdotario mítico del personaje a la vez que permiten dimensionar críticamente la relevancia de su trabajo.
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