Desde el romanticismo, el bufón, el saltimbanqui y el payaso han sido imágenes hiperbólicas y a propósito deformantes con las que los artistas han querido mostrarse a sí mismos y exponer la propia naturaleza del arte. Se trata de un autorretrato encubierto, cuya intención no se limita a la caricatura sarcástica o dolorosa. Una actitud tantas veces repetida, que se reinventa de forma tan obstinada a lo largo de tres o cuatro generaciones, no debe pasar desapercibida a nuestra atención.
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