Este libro es un tratado de lingüística a escala humana. «Quisiera hablar no sólo de los lenguajes triunfantes, creadores, comunicativos, sino también de los lenguajes fracasados, de las incomprensiones y malentendidos», dice el autor, que añade: «He supuesto que a mis lectores, que son para quienes trabajo y los que me pagan por hacerlo, les interesaría conocer el papel que el lenguaje juega en sus vidas. ¿Por qué nos hablamos continuamente? ¿Por qué nos hacemos preguntas que nosotros mismos tenemos que contestar? ¿De dónde vienen las frases? ¿Cómo se nos ocurren las ocurrencias poéticas o ingeniosas o irónicas o crueles? ¿Por qué nos ahogamos en malentendidos?» Los formalismos han alejado la palabra del mundo de la vida donde nació, y conviene devolverla cuanto antes a su país de origen para recuperar su sentido. José Antonio Marina traza una genealogía del lenguaje haciendo una teoría del sujeto hablante. Es el hombre quien da sentido a las cosas. Todos los estructuralismos, formalismos, objetivismos a ultranza que quieren conseguir la pureza ideal, científica, olvidando que son creaciones de seres humanos concretos, empantanados en su cieno biográfico, pierden el verdadero significado de la acción humana y de sus creaciones. Quedan deslumbrados por el cristal y olvidan las tremendas presiones que produjeron la cristalización. Esta obra está impulsada por la urgente necesidad de recuperar el significado humanista de las ciencias, incluida la lingüística. «Poéticamente habita el hombre la tierra», dijo Hölderlin. Es decir, «lingüísticamente habita el hombre la tierra». Nuestra inteligencia es una inteligencia empalabrada. El autor quiere espiar el lenguaje en su núcleo más íntimo, más ensoberbecido, más vulnerable, más selvático y más refinado: el sentimental. Al intentar construir una teoría del lenguaje sobre esta arrebatada verbalización del torbellino sólo pretende devolver la palabra, y las ciencias que la estudian, al mundo azacanado, terrible y conmovedor de la vida. En el relato de Woody Allen titulado «La puta de Mensa», un cliente pregunta a la patrona de un burdel: «¿Y si le pido que dos de estas muchachas se vengan conmigo a explicarme las teorías de Noam Chomsky?», a lo que ella responde: «Eso le va a costar una pasta». Lo que hay de cierto en esta anécdota es que los temas lingüísticos suelen ser arduos. Pero el autor ha hecho todo lo posible para hacer transitable la selva del lenguaje.
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