Las obras de arte con frecuencia son robadas por falta de vigilancia, aun en los museos más famosos. Pero los peores robos ocurren en los sitios arqueológicos descubiertos por particulares. Las piezas son vendidas sin dar un claro indicio de su origen. Karl E. Meyer reflexiona en torno a estos problemas y ofrece una abundante información cronológica sobre dichas prácticas a nivel mundial.
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