Este no es un libro a favor o en contra de Daniel Ortega. Ni pretende ser un libro de historia. Es solo un perfil periodístico que busca mostrar cómo se construyó el hombre que se convirtió en un dictador en Nicaragua. Con sus luces y sombras. Mi intención es colocar la cámara desde la vida más personal, íntima, de sus protagonistas para contar esta parte importante de la historia de Nicaragua.Daniel Ortega fue Boy Scout, monaguillo, tuvo hasta intención de ser sacerdote, fue revoltoso, quemó vehículos, apedreó casas y personas, asaltó y mató, cayó preso, vivió en el exilio, fue guerrillero, coordinó la Junta de Gobierno, ha sido candidato en siete campañas electorales, caudillo, cuatro veces presidente y, finalmente, un dictador igual o peor que el que una vez ayudó a derrocar en nombre de ideales revolucionarios.Ortega arrastra con él cárcel toda su vida. En su primera escolta personal incorpora al menos a tres de sus antiguos carceleros. Su seudónimo más usado, “Enrique”, es el nombre de uno de los guardias con quien hizo amistad en la prisión. Construyó en su casa y en sus oficinas recreaciones de celdas para aislarse. Sus amigos más cercanos son aquellos con quienes compartió prisión e hizo de sus hábitos de prisionero su sello personal de gobierno y de interrelaciones con los demás. El Daniel Ortega de hoy, sin embargo, no se explica sin Rosario Murillo. Ambos se complementan. Ortega encontró en Murillo lo que a él le faltaba. Y Murillo encontró en Ortega el vehículo que necesitaba.
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