La pregunta de por qué vivimos sólo la planteamos nosotros, los occidentales, porque en nuestras sociedades, después del final de las ideologías, se ha extendido un sentimiento de vacío y la necesidad de dar un sentido a la propia vida. Esta crisis de sentido comenzó en la década de 1970, y precisamente fueron los etnólogos quienes tuvieron ocasión de diagnosticar sus síntomas. Por eso, la etnología y la antropología saben más que otras disciplinas sobre nuestras ambivalencias actuales. Buscamos comodidades, pero las pagamos a un precio demasiado alto, dejándonos esclavizar por proyectos de vida que nos impiden ver otras vías y metas posibles. Marc Augé nos advierte sobre el peligro de la globalización y sus falsas promesas. No obstante, nunca hemos estado tan cerca de poder ver nuestros fines tal como son en realidad: la práctica de la fraternidad y la solidaridad, el ejercicio del pensamiento y la búsqueda del conocimiento.
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